La docena del panadero
Un cuento de San Nicolás
(The Baker’s Dozen: A Saint Nicholas Tale)
Told by Aaron Shepard
Translated by Gwen de la Peña
Reader’s Theater Edition #9 ~ Spanish Version
Adapted for reader’s theater (or readers theatre) by the author, from his picture book published by Atheneum, New York, 1995, and reissued by Skyhook Press, Friday Harbor, Washington, 2010
For more reader’s theater, visit Aaron Shepard’s RT Page at www.aaronshep.com.
Story copyright © 1995 Aaron Shepard. Script adaptation copyright © 1995, 2002 Aaron Shepard. Script translation copyright © 1997 by Gwen de la Peña. Scripts in this series are free and may be copied, shared, and performed for any noncommercial purpose, except the texts may not be posted publicly without permission.
PREVIEW: Van Amsterdam, the baker, is as honest as he can be—but he may have something left to learn.
GENRE: Legends, St. Nicholas tales
CULTURE: American (Dutch colonial)
THEME: Generosity READERS: 6 or more
READER AGES: 8–13
LENGTH: 6 minutesROLES: Narrators 1–4, Baker, Woman, (Customers), (Children), (Saint Nicholas)
NOTES: For best effect, place NARRATORS 1 and 2 at far left, and 3 and 4 at far right, as seen from the audience.
All special features are at www.aaronshep.com/extras.
NARRADOR 1: En el pueblo colonial Holandés después conocido como Albany, Nueva York, vivía un panadero, Van Amsterdam, quien era lo más honesto que pudiera ser.
NARRADOR 4: Cada mañana, el revisaba y balanceaba sus balanzas, y tenía mucho cuidado de dar a sus clientes exactamente por lo que pagaban—ni más, ni menos.
NARRADOR 2: La panadería de Van Amsterdam siempre estaba ocupada, porque la gente confiaba en él, y también porque era un buen panadero. Y nunca estaba la panadería tan ocupada como los días antes del 6 de diciembre, el Día de San Nicolás.
NARRADOR 3: En ese tiempo del año, la gente llenaba la panadería para comprar sus galletas finas de San Nicolás.
NARRADOR 1: Hechas de pan de gengibre, betunadas en rojo y blanco, se parecían igual como San Nicolas como los Holandeses lo conocen—
NARRADOR 4: alto y delgado, con un gorro alto rojo de obispo, y una capa roja de obispo larga.
NARRADOR 2: Un Día de San Nicolás por la mañana, el panadero estaba listo para el negocio, cuando se abrió la puerta de su panadería.
NARRADOR 3: Entró caminando una señora anciana, envuelta en un rebozo largo negro.
SENORA: He venido por una docena de sus galletas de San Nicolás.
NARRADOR 1: Tomando una charola, Van Amsterdam contó doce galletas. Empezó a envolverlas, pero la señora lo paró diciendo:
SENORA: Pedí una docena. Usted me dio sólo doce.
PANADERO: Señora, todos saben que una docena son doce.
SENORA: Pero yo digo que una docena son trece. Déme una más.
NARRADOR 4: Van Amsterdam no era un hombre que podía tolerar tonterías.
PANADERO: Señora, mis clientes reciben exactamente por lo que pagan—ni más ni menos.
SENORA: Entonces quédese con las galletas.
NARRADOR 2: Se dio la vuelta para irse, pero paró en la puerta.
SENORA: ¡Van Amsterdam! ¡Aunque usted sea honesto, su corazón está pequeño y su puño está apretado. Cáigase otra vez, móntese otra vez, aprenda a contar otra vez!
NARRADOR 3: Luego se fue.
NARRADOR 1: Desde ese día, todo le fue mal en la panadería de Van Amsterdam.
NARRADOR 4: Su pan se alzaba de más o nada.
NARRADOR 2: Sus pasteles eran agrios o muy dulces.
NARRADOR 3: Sus tortas se desmoronaban o estaban muy chiclosos.
NARRADOR 1: Sus galletas se quemaban o estaban crudas.
NARRADOR 4: Sus clientes pronto notaron la diferencia. Poco después, la mayoría de ellos iban a otras panaderías.
PANADERO: (a el mismo) Esa señora anciana me ha embrujado. ¿Así es como mi honestidad es recompensada?
NARRADOR 2: Pasó un año.
NARRADOR 3: El panadero se hizo pobre y más pobre.
NARRADOR 1: Como vendía poco, horneaba poco, y sus estantes casi vacíos. Sus pocos clientes se le fueron.
NARRADOR 4: Por fin, el día antes de San Nicolás, ningún cliente vino a la panadería de Van Amsterdam.
NARRADOR 2: Al final del día, el panadero se sentó solo, mirando a sus galletas de San Nicolás que no se vendieron.
PANADERO: Deseo que San Nicolás me pudiera ayudar ahorita.
NARRADOR 3: Luego cerró su panadería y se fue triste a la cama.
NARRADOR 1: Esa noche, el panadero tuvo un sueño. Era un niño otra vez, entre un montón de niños felices. Y allí en medio de ellos estaba San Nicolás en persona.
NARRADOR 4: El caballo blanco del obispo estaba parado junto a él, con canastas llenas de regalos. Nicolás sacaba un regalo tras ótro, y se los daba a los niños.
NARRADOR 2: Pero Van Amsterdam notó algo raro. No importando cuántos regalos Nicolás había dado, siempre había más que regalar.
NARRADOR 3: Por cierto, lo más que sacaba de las canastas, más regalos podían contener.
NARRADOR 1: Luego Nicolás le dio un regalo a Van Amsterdam. ¡Era una de las mismas galletas de San Nicolás del panadero!
NARRADOR 4: Van Amsterdam le dio las gracias, pero ya no era San Nicolás el que estaba parado allí.
NARRADOR 2: Era la señora anciana con su rebozo largo y negro sonriéndole.
NARRADOR 3: Van Amsterdam despertó pronto. La luz de la luna brilló a través de las persianas medio abiertas mientras estaba allí acostado, pensando.
PANADERO: Siempre les doy a mis clientes exactamente por lo que pagan—ni más, ni menos. ¿Pero poqué no dar más?
NARRADOR 1: La siguiente mañana, el día de San Nicolás, el panadero se levantó temprano.
NARRADOR 4: Revolvió su masa de pan de gengibre y lo extendió.
NARRADOR 2: Cortó las figuras y las horneó.
NARRADOR 3: Les puso betún rojo y blanco para que se parecieran a San Nicolás.
NARRADOR 1: Y las galletas eran de lo más fino que había hecho antes.
NARRADOR 4: Apenas había terminado Van Amsterdam, cuando la puerta se abrió. Entró caminando la Señora anciana con el rebozo largo y negro.
SENORA: He venido por una docena de sus galletas de San Nicolás.
NARRADOR 2: Con mucho entusiasmo, Van Amsterdam contó doce galletas—
NARRADOR 3: y una más.
PANADERO: En esta panadería, desde hoy en adelante, una docena son trece.
SENORA: Has aprendido a contar bien. Seguramente serás recompensado.
NARRADOR 1: Ella pagó por las galletas y se empezaba a salir. Mientras la puerta se cerró, los ojos del panadero parecían jugarle un truco.
NARRADOR 4: Pensó que miró la cola de una capa larga y roja.
* * *
NARRADOR 2: Como la señora anciana predijo, fue recompensado Van Amsterdam. Cuando la gente escuchó que él contaba trece como una docena, tuvo más clientes que nunca.
NARRADOR 3: Hasta Van Amsterdam se hizo tán rico que los otros panaderos en el pueblo empezaron a hacer lo mismo.
NARRADOR 1: Desde entonces, esta práctica se extendió a otros pueblos, y por fín a través de todas las colonias americanas.
NARRADOR 4: Y esto, según dicen, es como trece llegó a ser una “docena de panadero”—
NARRADOR 2: una costumbre común por más de un centenario,
NARRADOR 3: y todavía permanece en algunas partes hasta este día.
All special features are at www.aaronshep.com/extras.
Read the book!La docena del panadero
Un cuento de San Nicolás
Contado por Aaron Shepard
Ilustraciones por Wendy Edelson